Gento: el hombre que convirtió los pitos del Bernabéu en aplausos

Gento: el hombre que convirtió los pitos del Bernabéu en aplausos
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La carrera de Gento en el Madrid no siempre fue fácil: Bernabéu quiso devolverlo al Racing tras sólo una temporada, idea que Di Stéfano le quitó de la cabeza.

Paco Gento pasó 18 años como futbolista del Real Madrid, casi dos décadas en la que lo ganó todo: 12 Ligas, dos Copas, seis Copas de Europa, una Intercontinental y dos Copas Latinas. Un total de 23 títulos que sigue siendo un récord que igualó Marcelo con la Supercopa conseguida el pasado domingo. A esa cifra se asomaba Ramos, que ya no podrá superarle tras haber salido del club en pasado verano. Pero Gento no siempre lo tuvo fácil; sus inicios, de hecho, estuvieron llenos de rechazo por parte de la grada del Bernabéu.

Gento llegó al Madrid en el verano de 1953, tras apenas media temporada en el Racing de Santander de su Cantabria natal, diez partidos de Liga y cuatro de Copa en los que despuntó, dentro de una operación que incluyó la cesión de otro extremo, Espina, al Racing. Su primer curso de blanco fue de mucho sufrimiento y poco premio: 17 partidos de 30 en Liga, ni un solo gol, apenas participando en la segunda parte de la temporada. La afición la tomó con él pronto por su estilo eléctrico y rapidísimo, tanto que muchas veces se dejaba el balón atrás; sus remates rara vez iban a la portería, un problema que hasta hace poco aquejaba a otro madridista como es Vinicius.

Y para colmo, Espina brillaba en Santander, con seis goles en 23 partidos, tanto que Bernabéu quiso deshacer la operación, devolver a Gento al Racing y traer a Madrid a Espina para que se integrase en el ataque blanco. Ahí apareció la figura de Alfredo Di Stéfano para disuadir al mítico presidente madridista: «Tiene velocidad y le pega al balón como un cañón. Eso no se aprende, se trae. Lo demás se lo podemos enseñar». Bernabéu, agradecido con la Saeta Rubia, que había llevado al Madrid a su primera Liga en 20 años con 27 goles en 28 partidos, le concedió ese deseo; también el de fichar a Rial desde el Nacional de Montevideo.

Rial, el mejor socio de Gento


La inclusión de Rial en el esquema, sobre todo cuando se situó de interior izquierdo, fue vital para explotar las cualidades de Gento. «Cuando yo tenga el balón, ven hacia mí: yo te lo doy, tú me lo devuelves al pie y sales corriendo. Yo te lo meto al fondo, a tu carrera. Mientras tú y yo nos la pasamos, Alfredo sale como una flecha para arriba, para llegar al remate. Y si lo coges tú antes, lo hacemos al revés, pero con un toque más: me lo das, te lo devuelvo, me lo vuelves a dar y entonces te lanzo». Una explicación simplísima que se estrenó en un 2-4 en casa del Alavés, y que fue la primera piedra en esa pareja Rial-Gento, con Di Stéfano recogiendo los frutos de la misma, que llevó al Madrid a ganar la Liga 1954-55, la que dio acceso a la primera Copa de Europa. El resto es historia…

De todos los compañeros con los que jugó, Di Stéfano sentía una especial admiración por Gento. Tanto que Pachín, recién llegado al club, se sorprendía: «Todos le hacían la pelota a Gento. Hasta Di Stéfano. Él más que nadie. Le decía: ‘A ver Paco, ¿cómo estás?’. Y él batía los tacos en el suelo del vestuario, repiqueteando muy rápido, con los dos pies, como esprintando sin moverse del sitio, y aquello sonaba como un motor muy bien afinado. Y entonces Alfredo decía: ‘Paco está bien, podemos salir’. Yo me quedaba asombrado».

El propio Di Stéfano, en conversación con Alfredo Relaño, exdirector y Presidente de Honor de AS, calibraba la importancia de Gento en los éxitos de aquel Madrid de las cinco Copas de Europa: «Era una salida segura para nosotros. Cuanto peor estábamos, más echábamos mano de él y siempre nos ofrecía una escapatoria. Yo creo que echando a pies le hubiera elegido el primero». El cántabro también admiraba sobremanera al hispano-argentino: «Sin él no hubiéramos ganado nada de lo que ganamos. Era el que lo hacía todo. No nos dejaba descansar ni en el campo ni en los entrenamientos. Ni en los viajes, cuando había partido importante. Le daba vueltas a todo, explicaba todo. Todo lo sabía».

Gento voló sin las gaseosas


Con Rial también estableció Gento una relación especial, primero en el campo y luego fuera de él. «Yo le daba el balón y salía corriendo, Rial me echaba la pelota y yo llegaba al sitio a la vez que ella. Todo el mérito era de Héctor», explicaba el cántabro sobre aquellos primeros experimentos, a los que fue añadiendo mejoras en el remate. Cuando el pase era por el interior y Gento encontraba perfil de disparo, arreaba un zurdazo que cada vez agarraba portería con mayor facilidad: terminó marcando 182 goles en 605 partidos de blanco; la temporada 1959-60 fue la mejor en ese sentido, con 19 tantos, y encadenó 14 cursos anotando al menos 9 dianas, en una época en la que rara vez se superaban los 40 partidos por temporada.

Rial también potenció el juego de Gento perfeccionando su estilo de vida: le aconsejó que abandonase las gaseosas con las que solía acompañar las comidas y que las sustituyese por agua, convencido de que así se sentiría más ligero sobre el campo. El cántabro hizo caso y los resultados no tardaron en aparecer, dando más brillo a ese regate eléctrico en velocidad que combinaba con frenazos en seco, que los defensas rara vez solían seguir. Tanto que empezó a ser habitual que los equipos rivales encharcasen ambas bandas del campo para evitar que las conducciones de la Galerna fuesen tan fluidas.

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