La censura en Venezuela se ha convertido en una herramienta poderosa para silenciar voces disidentes y controlar la narrativa pública. El miedo es el arma principal utilizada para mantener a raya a los medios de comunicación, periodistas y ciudadanos que intentan exponer la realidad del país.
La constante amenaza de represalias, como el cierre de medios, la detención de periodistas y la presión sobre las plataformas digitales, ha creado un ambiente en el que la autocensura es la norma. El miedo no solo afecta a quienes informan, sino también a quienes consumen la información, limitando el acceso a una visión completa y veraz de los acontecimientos.
Este mecanismo de control no solo busca callar a quienes tienen algo que decir, sino también infundir temor en aquellos que podrían estar dispuestos a escuchar. La censura, por lo tanto, se convierte en un ciclo perpetuo de silencio y miedo, en el que la verdad es la principal víctima.
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