Parece que en el CNE se graduaron con méritos… pero en ignorar la calculadora. En su más reciente hazaña numérica, el rector Carlos Quintero anunció con aplomo que la participación electoral del domingo 25 de mayo fue de 42,63%, cifra que cualquiera que haya pasado segundo año de bachillerato sabría que no cuadra ni con pegamento.
Vamos al dato crudo: el propio CNE reconoce que hay 21.485.669 personas inscritas en el Registro Electoral. También admiten que 5.507.324 votaron. ¿Resultado real? Un glorioso 25,63% de participación. O, mejor dicho, una abstención de 74,37%. Pero no, Quintero insistió con su 42%, quizás esperando que nadie sacara la cuenta.
Para que ese 42,63% fuese cierto, debieron votar 9.159.340 personas, es decir, ¡casi 4 millones más de los que ellos mismos dijeron! ¿Se les extraviaron? ¿Votaron fantasmas? ¿O fue un cálculo inspirado en las leyes de la física cuántica?
El rector leyó los números sin desglosar regiones (aunque se elegían gobernadores), y acompañado del inquebrantable Elvis Amoroso, quien ya tiene récord en anunciar resultados con porcentajes más redondos que una empanada.
No es la primera vez que la matemática sufre en manos del CNE. En las presidenciales del 2024, Maduro ganó —según ellos— con exactamente 51,2%, mientras que su contrincante quedó en un limpísimo 44,2%. Nada sospechoso, ¿verdad?
El mismísimo Terence Tao, una mente brillante de las matemáticas, dijo que la probabilidad de obtener esos porcentajes tan exactos por casualidad era una entre 100 millones. En criollo: “eso está más cuadrado que una caja de fósforos”.
Mientras tanto, los ciudadanos —y sus calculadoras— siguen esperando una explicación coherente. Aunque vista la cosa, tal vez lo que hace falta no es un boletín electoral… sino una clase de refuerzo en aritmética.