En medio de una jornada electoral marcada por el vacío absoluto en los centros de votación y una participación estimada en apenas 6% del padrón, Nicolás Maduro anunció este domingo 25 de mayo su intención de presentar ante la próxima Asamblea Nacional un proyecto de reforma constitucional y una “reingeniería” total del sistema electoral para instaurar lo que llamó “el sistema de circuitos comunales como nuevo sistema de consulta permanente”.
Sin el más mínimo reconocimiento a la abstención masiva que evidencia el rechazo del país a su modelo autoritario, Maduro pretende ignorar el mensaje claro del pueblo: no quiere más fraudes ni simulacros diseñados para sostener una élite desconectada de la realidad nacional.
“Hemos acordado crear un proceso de consulta más incluyente”, dijo Maduro sin sonrojarse, luego de votar en unas elecciones que el país entero calificó como una farsa, sin transparencia, sin garantías y sin participación. Con este anuncio, el régimen busca disfrazar de “consulta popular” un proyecto que anula el voto universal y traslada el poder a estructuras comunales totalmente controladas por el oficialismo.
La maniobra —que busca presentarse como un avance hacia la “participación directa”— no es más que un paso adicional hacia la consolidación de un sistema sin contrapesos, sin instituciones independientes y sin posibilidad de alternancia. El llamado “sistema de circuitos comunales” equivale, en la práctica, a formalizar el control político territorial a través de los consejos comunales y las comunas, estructuras ideologizadas y subordinadas al PSUV.
La decisión de dejar la reforma en manos de una nueva Asamblea Nacional elegida mediante un proceso sin legitimidad refuerza la denuncia de que el objetivo es perpetuar una dictadura que ya no tiene base popular ni reconocimiento internacional.
Mientras el país enfrenta una crisis humanitaria sin precedentes, con millones de venezolanos emigrando, servicios colapsados y un aparato represivo encarcelando opositores, el chavismo apuesta por una “reingeniería electoral” para eternizarse en el poder, burlándose una vez más de un pueblo al que no consulta, sino que somete.
El mensaje del 28 de julio de 2024 fue claro: Venezuela votó por el cambio. Pero el régimen, temeroso de perder sus privilegios, responde con represión, simulacros y reformas tramposas que profundizan el autoritarismo. La dictadura roja se disfraza ahora de “poder comunal” para mantenerse a flote en medio del naufragio institucional que ha creado.